13 octubre 2013

En las playas paradisíacas también llueve (1/3)

 Pensaba que la conocía muy bien. Al fin y al cabo, vivimos juntas muchos años. Hasta que, un buen día, me anunció que se iba a vivir al extranjero. ¡Al extranjero! Ella, que siempre vivió en Barcelona, sin cambiar de barrio. La noticia me pilló completamente por sorpresa.



- Bueno, si, quizás un cambio de aires de iría bien. ¿Y a dónde quieres ir?
-...
- ¿A Vila do Abrão? Ah. ¿Y esto donde está, en Portugal?
-...
- ¿En una isla de Brasil? ¿Pero mamá, estás segura?

‘¿Te has vuelto loca?’ Es lo que realmente tenia ganas de decirle, pero me mordí la lengua. Decididamente, el divorcio la trastornó. O el estrés. O el amor. El caso es que mi madre, tan de ciudad, tan amiga de las comodidades, del cine y el teatro, dejó un buen trabajo para irse a un pueblecito al otro lado del océano.

Miro distraídamente por la ventana. Estoy en un autobús de camino a Mangaratiba, al sur de Rio de Janeiro, donde tomaré un ferry hacia Vila do Abrão.
- No hace falta que alquiles un coche, Laura, porque lo tendrás que dejar en Mangaratiba. Ilha Grande es una isla sin vehículos a motor. Ni coches, ni motos, ni autobuses.  ¡No hay humos ni cláxones!
¡Una isla sin coches! ¡Lo que faltaba! ¿Por que no se habría instalado en Rio de Janeiro? Rio es una gran ciudad, magnífica, con playas, restaurantes, cine y, sobretodo, ¡un aeropuerto internacional!.



Vuelvo a mirar por la ventana. Hay que reconocer que el paisaje es bonito. La carretera sigue la costa, que es montañosa pero que tiene unas playas formidables. El día es estupendo, el cielo azul y hace bastante calor.
Cuando llegamos a Mangaratiba, voy directamente al puerto. Mi madre me explicó que hay dos tipos de ferrys: los catamaranes rápidos, que son más cómodos y caros, y los ferrys locales que hacen el recorrido entre Mangaratiba y Vila do Abrão como si fuera un autobús. Miro el segundo y pienso que ya me está bien. Hay bastante gente, familias con niños, trabajadores con cajas de fruta, y otros turistas con maletas o mochilas.

Pienso en mi madre y su marido. A él no lo conozco mucho, para decir verdad. Se conocieron hace un par de años y se casaron un año después. Recuerdo que me pareció un tanto reservado, pero buena persona. Y hace seis meses decidieron irse de Barcelona e instalarse en Brasil. Nunca llegué a entender porqué, pero tengo que convencerla de que vuelva a su ciudad, con su familia. 


Los gritos de unos niños me devuelven a la realidad. Nos acercamos a Ilha Grande que, como su nombre indica, es la isla más grande de la zona. Es muy montañosa, y vista de cerca, es bastante imponente (tiene picos de hasta 1000 metros). Vila do Abrão, con 3000 habitantes, es la población mas grande, pero aun así se ve chiquitita, entre la playa y las altas montañas del interior.
El ferry atraca en el puerto y nos preparamos para desembarcar. Al fin, después de muchas horas de vuelo, dos horas de autobús y una hora y media de ferry, llego a Vila do Abrão. 


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>>  En las playas paradisíacas también llueve (2/3)
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