Andrea no lo podía evitar, estaba de mal humor. Estaba enfadada, asustada,
preocupada y nerviosa-estresada-histérica, todo junto. Estaba enfadada con su
director de doctorado porque, después de un año y medio de duro trabajo, ella
quería presentar sus resultados en una reconocida conferencia que este año se
hacía en Hawai. Él rechazó la propuesta, bajo el pretexto que era muy caro, y
la había mandado a Tromsö.
Así que ahora se encontraba en un avión en dirección a Tromsö, Noruega, asustada
porque era la primera vez que viajaba sola. ‘¿Y si me pierdo?, pensaba, ‘¿y si
me pasa algo, a quien pido ayuda?. Por si fuera poco, Tromsö está situada por
encima del círculo polar, era el mes de febrero, y a Andrea no le gustaba el
frío. Estaba preocupada, llevaba cinco capas de ropa, pero ¿y no era
suficiente? ¿y si se congelaba?.
Conforme iban pasando los minutos, sentía que los nervios iban en aumento.
Sería la primera vez que presentaría su trabajo en una conferencia
internacional, delante de los mejores expertos del mundo en la materia. Intentó
distraerse pensando en otras cosas. Pensó en su madre, que lo había dejado todo para irse a vivir en una isla de Brasil. Su hermana Laura fue a visitarla el
pasado mes de octubre. ‘A ver si este año puedo ir yo, si avanzo bien el
trabajo...’
Miró por la ventana: empezaban a perder altura. Estaba tan nerviosa que ni
siquiera se fijó en el paisaje que se divisaba desde la ventilla del avión. Se
veían algunos fiordos, entradas de agua salada en la tierra, rodeadas de
montañas cubiertas de nieve, y algunas islas. Estrés. Histeria. Apartó las
diapositivas que había impreso para mirárselas durante el vuelo, sacó una
tableta de chocolate, y empezó a comer. De reojo, se dio cuenta que el señor
que estaba sentado a su lado se la miraba.
- primera vez en una conferencia? – preguntó él. Era un hombre de unos
cuarenta años, muy bien vestido, que se la miraba amablemente.
Andrea asintió con la cabeza, y dejó de comer.
- ¿usted también va?
- No, ya no, dejé la investigación para dedicarme a los negocios, pero hace
años si, había ido a algunas conferencias. Te explicaré un truco: cuando
presentes, no mires a los profesores sentados en la primera fila. Mira lejos,
al fondo de la sala, y busca a alguien que te sonría: esos serán tus amigos.
Siguieron charlando un rato hasta que el avión aterrizó, y al llegar al
aeropuerto ya se sentía mas tranquila. Se despidió del hombre de negocios y fue
a buscar la maleta. Mientras esperaba que saliera, escuchó que los dos chicos
que tenía al lado hablaban de la conferencia. Ellos si que iban. Empezó a
hablar con ellos y resultó que se alojaban en el mismo hotel.
Después de recoger las maletas y salir a la zona de llegadas del
aeropuerto, los chicos le dijeron que habían alquilado un coche y que, si
quería, podía ir con ellos. Andrea frunció el ceño. Los chicos eran simpáticos,
pero ¿sería buena idea meterse en un coche con desconocidos?. Se la miraban
fijamente esperando una respuesta.
- Eh si, bueno, gracias, pero... esto de conducir con nieve y hielo y
cadenas y todo esto...
- Soy suizo y él es noruego, estamos haciendo un doctorado en Lausanne,
Suiza, estamos acostumbrados. Además aquí no hacen falta cadenas, los coches
llevan neumáticos de invierno que están preparados para conducir en estas
condiciones.
- Y para ir a la ciudad – añadió el otro – no encontraremos mucha nieve, la
carretera pasa por un túnel. – Se miró a Andrea con picardía - ¿Has visto
alguna vez una rotonda en un túnel?
- ¿Una rotonda en un túnel? – Ahora si que ya no sabía si le estaban
tomando el pelo. Claro que si era cierto lo de la rotonda, es que conocían bien
la región. Sonrió. – No, nunca he visto eso, vendré con vosotros. Muchas
gracias!
Se dirigieron a la compañía de alquiler de coches, donde les dieron los
papeles para firmar pero no les dieron las llaves.
- Encontraréis
las llaves en el contacto, como hace frío hemos dejado la calefacción encendida.
Fijaos bien en la matrícula, que hay varios coches abiertos, no os vayáis a
equivocar.
‘¡El coche abierto con las llaves puestas! ¿y no los roban? ¡Que fuerte!’,
pensó Andrea mientras seguía a los chicos a fuera. Hacía frío, pero no tanto
como temía. Seguramente habría uno o dos grados bajo cero. Efectivamente
encontraron el coche, que estaba calentito y a punto para salir, y tomaron una
carretera bajo tierra, con un túnel muy largo... ¡con rotonda! Andrea estaba
maravillada, casi se le habían olvidado los nervios por la presentación del día
siguiente.
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