21 enero 2014

Con una simple sonrisa (1/2)

Andrea no lo podía evitar, estaba de mal humor. Estaba enfadada, asustada, preocupada y nerviosa-estresada-histérica, todo junto. Estaba enfadada con su director de doctorado porque, después de un año y medio de duro trabajo, ella quería presentar sus resultados en una reconocida conferencia que este año se hacía en Hawai. Él rechazó la propuesta, bajo el pretexto que era muy caro, y la había mandado a Tromsö.



Así que ahora se encontraba en un avión en dirección a Tromsö, Noruega, asustada porque era la primera vez que viajaba sola. ‘¿Y si me pierdo?, pensaba, ‘¿y si me pasa algo, a quien pido ayuda?. Por si fuera poco, Tromsö está situada por encima del círculo polar, era el mes de febrero, y a Andrea no le gustaba el frío. Estaba preocupada, llevaba cinco capas de ropa, pero ¿y no era suficiente? ¿y si se congelaba?.

Conforme iban pasando los minutos, sentía que los nervios iban en aumento. Sería la primera vez que presentaría su trabajo en una conferencia internacional, delante de los mejores expertos del mundo en la materia. Intentó distraerse pensando en otras cosas. Pensó en su madre, que lo había dejado todo para irse a vivir en una isla de Brasil. Su hermana Laura fue a visitarla el pasado mes de octubre. ‘A ver si este año puedo ir yo, si avanzo bien el trabajo...’




Miró por la ventana: empezaban a perder altura. Estaba tan nerviosa que ni siquiera se fijó en el paisaje que se divisaba desde la ventilla del avión. Se veían algunos fiordos, entradas de agua salada en la tierra, rodeadas de montañas cubiertas de nieve, y algunas islas. Estrés. Histeria. Apartó las diapositivas que había impreso para mirárselas durante el vuelo, sacó una tableta de chocolate, y empezó a comer. De reojo, se dio cuenta que el señor que estaba sentado a su lado se la miraba. 

- primera vez en una conferencia? – preguntó él. Era un hombre de unos cuarenta años, muy bien vestido, que se la miraba amablemente.
Andrea asintió con la cabeza, y dejó de comer.
- ¿usted también va?
- No, ya no, dejé la investigación para dedicarme a los negocios, pero hace años si, había ido a algunas conferencias. Te explicaré un truco: cuando presentes, no mires a los profesores sentados en la primera fila. Mira lejos, al fondo de la sala, y busca a alguien que te sonría: esos serán tus amigos.



Siguieron charlando un rato hasta que el avión aterrizó, y al llegar al aeropuerto ya se sentía mas tranquila. Se despidió del hombre de negocios y fue a buscar la maleta. Mientras esperaba que saliera, escuchó que los dos chicos que tenía al lado hablaban de la conferencia. Ellos si que iban. Empezó a hablar con ellos y resultó que se alojaban en el mismo hotel.

Después de recoger las maletas y salir a la zona de llegadas del aeropuerto, los chicos le dijeron que habían alquilado un coche y que, si quería, podía ir con ellos. Andrea frunció el ceño. Los chicos eran simpáticos, pero ¿sería buena idea meterse en un coche con desconocidos?. Se la miraban fijamente esperando una respuesta.

  - Eh si, bueno, gracias, pero... esto de conducir con nieve y hielo y cadenas y todo esto...
  - Soy suizo y él es noruego, estamos haciendo un doctorado en Lausanne, Suiza, estamos acostumbrados. Además aquí no hacen falta cadenas, los coches llevan neumáticos de invierno que están preparados para conducir en estas condiciones.
  - Y para ir a la ciudad – añadió el otro – no encontraremos mucha nieve, la carretera pasa por un túnel. – Se miró a Andrea con picardía - ¿Has visto alguna vez una rotonda en un túnel?
  - ¿Una rotonda en un túnel? – Ahora si que ya no sabía si le estaban tomando el pelo. Claro que si era cierto lo de la rotonda, es que conocían bien la región. Sonrió. – No, nunca he visto eso, vendré con vosotros. Muchas gracias!

Se dirigieron a la compañía de alquiler de coches, donde les dieron los papeles para firmar pero no les dieron las llaves.
 - Encontraréis las llaves en el contacto, como hace frío hemos dejado la calefacción encendida. Fijaos bien en la matrícula, que hay varios coches abiertos, no os vayáis a equivocar. 

‘¡El coche abierto con las llaves puestas! ¿y no los roban? ¡Que fuerte!’, pensó Andrea mientras seguía a los chicos a fuera. Hacía frío, pero no tanto como temía. Seguramente habría uno o dos grados bajo cero. Efectivamente encontraron el coche, que estaba calentito y a punto para salir, y tomaron una carretera bajo tierra, con un túnel muy largo... ¡con rotonda! Andrea estaba maravillada, casi se le habían olvidado los nervios por la presentación del día siguiente. 

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